martes, 9 de marzo de 2010

La cámara cinematográfica como portavoz de los indefensos

Por Lizette Davies

Jugueteando con una cámara fotográfica y bebiendo café capuchino deslactosado, desde una terraza de la costa caribeña, es como me encuentro con Q’Tripp. La cineasta me recibe con una gran sonrisa y me invita a disfrutar de la brisa marina. Parece una sofisticada detective, que no para de observar cada detalle que pasa a su alrededor, como esperando el momento de la composición perfecta para captar. Es por ello que me resulta claro, como fue posible para Q’Tripp lograr utilizar su pasión por la imagen y adaptarlo a un proyecto social de índole internacional.
“Me encanta el Viejo San Juan” me dice, “es la perfecta fiesta boricua; te rodeas de una hermosa arquitectura, gente alegre, una gastronomía exquisita y el calorcito caribeño perfecto con olor a mar.” En ese instante toma su cámara, se asoma por el barandal y captura una imagen, regresa a su asiento, deja la cámara y disfruta de su café. Estaba a punto de preguntarle, que era lo que acababa de retratar, cuando por la confianza adquirida, decido comenzar la entrevista con un “¡Cámara, Luces, Acción!” Tania esboza una larga sonrisa y se prepara para la sesión.
-¿Cómo fue que nació tu amor por la imagen?
-Realmente creo que mi amor por la imagen era mi destino, pero también creo fue la influencia de mi padre. A él siempre le apasionó la fotografía y el arte, y desde que fui una bebé me vi atacada por el lente de una cámara. Digo atacada porque realmente mi papá parecía un paparazzi que buscaba captar cada movimiento que su bebé hacía. Así que mi primer acercamiento con la imagen fue el de ser una modelo cotizada, que a la vez buscaba jugar con ese objeto que tenía mi padre en las manos. Cuando por fin pude entender lo que era una cámara, mi papá empezó a instruirme en el asunto. Cada que salíamos de viaje, me daba la cámara para que yo filmara o tomara las fotos de lo que estaba conociendo. Un tiempo después decidió inscribirme en una clase formal de fotografía y desde ahí fue que yo sola seguí buscando mi propio camino por los medios de la imagen.
“Recuerdo un video que tengo de bebé, en que estoy en la playa comiendo arena, y mi papá fascinado filmándome, ni siquiera se acerca a detenerme.” Me dice Tania, con una mirada que está fija en sus memorias. Después comienza a reír con un ánimo que te invita a acompañarla en su alegría. Después de unos minutos, toma una bocanada de aire, se dirige hacía mi y grita dulcemente. “Después del pequeño corte. ¡Acción!”
-¿Porqué elegiste el cine como tu mayor medio de expresión?
-La verdad, es que fue algo predestinado también. Cuando me gradué de la Universidad, estaba un poco insegura sobre lo que haría después. Esto, a causa de que todo me gustaba: el diseño, el periodismo, el radio, la tele, la comunicación política, etc. Sin embargo, después de cómo unos dos meses sabáticos y de meditación, me di cuenta de que no podía darle vueltas al asunto, que lo mío era el cine. Mi papá me instruyo en la imagen, pero fue mi mamá la que me hizo amar el cine. Desde que tengo memoria mi mamá y yo, nos la vivíamos en la sala de cine, rentando y comprando películas. Había veces que incluso veíamos hasta 3 películas seguidas, sin parar. Y fue poco a poco, como me fui dando cuenta, que yo ya no sólo quería ser un espectador en la sala de cine; yo quería estar ahí detrás, haciendo todo el largometraje. Literalmente todo, yo quería actuar, dirigir, fotografiar, editar, escribir el guión; y fue un sentimiento que permaneció allí siempre, pero por alguna razón lo había dejado medio escondido. Después de graduarme, decidí que debía intentarlo, aunque no lo lograra. Ya que el cine era la representación máxima de la imagen para mí, y si no me arriesgaba, me quedaría con la duda para siempre. Así que con toda la voluntad del mundo, llene mi solicitud para entrar a NYU y la mande. Un semestre después le estaba diciendo “Hello!” por primera vez a la Gran Manzana.
“De todo el tiempo en que estuve en Manhattan, tengo un simple remordimiento. ¡Nunca visité el Actor’s Studio!” Noto una pequeña frustración en su cara ante dicha declaración. Sin embargo, el momento pasa y vuelve a sonreír cuando el mesero llega con unos brownies a la mesa. Le da las gracias al joven y toma un brownie para darle una pequeña mordida. “¡Nada como el chocolate, para ponerte feliz, en un segundo!”
-¿Cómo fue que nació el proyecto de “Mi Voz a través de la Gran Pantalla”?
-La idea de este proyecto, fue resultado de una de mis clases de fotoperiodismo en la universidad. Recuerdo nos pusieron a ver el documental de “Nacidos en el Burdel” y terminé fascinada con la idea de Briski; eso de que el niño que sufría mostrara a través de la imagen su percepción del mundo y logrará un impacto en la sociedad, me pareció maravilloso. Yo quería hacer algo similar, pero aún no tenía la fuerza y la voluntad necesaria para llevarlo a cabo. Fue hasta mis vacaciones del 2 año de trabajo, que decidí empezar a formalizar el proyecto, y cambiar la idea de Briski a mi propia manera. Así en vez de fotografía fija, yo quería instruir a los niños en el uso de la cámara de video, para la realización de documentales, hechos por ellos mismos, que fueran llevados a la Gran Pantalla y así su historia fuera vista por millones de espectadores. Sin embargo, como apenas comenzaba a incursionarme en el medio, no muchos se interesaron en mi idea. Cuando gané mi segundo premio en Cannes, fue cuando pude por fin comenzar en serio el proyecto. Ahora, con la ayuda de otros cineastas e inversionistas, pudimos llevarlo en grande y se creó la fundación.
“La verdad espero que todo salga bien, porque ésta creo será una de mis mayores aportaciones de labor social; algo que siempre me ha resultado un poco difícil.” Me dice mirando al reloj. Mi tiempo para la entrevistarla ha acabado, pero Tania me invita a charlar un rato más. Dice “Mi mayor pasión es la conversación, así que todavía da tiempo para un segundo cafecito.” Se pasa el tiempo de volada y aunque la terraza y la brisa del Caribe hipnotizan, Tania tiene otros compromisos que atender. A la salida del café, con el son de las despedidas, Q’Tripp vuelve a tomar su cámara y de improvisto me toma una fotografía. “¡Un recuerdo de mi entrevistadora Caribeña!” me dice con una gran sonrisa, después se la cuelga en el brazo y desaparece por uno de los callejones del Viejo San Juan.

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