viernes, 9 de abril de 2010

Y de lo que aportó la visita al infierno, no me pareció...

“Si el diablo me ofrece una entrevista voy a los infiernos,” es la frase de justificación de Scherer por su relato sobre un encuentro del aclamado periodista con El Mayo Zambada. No es una mala analogía, ya que siendo realistas en el mundo del periodismo ¿quién podría negarse a encontrarse con uno de los hombres más buscados y peligrosos del país, líder de uno de los cárteles más fuertes que han transformado la vida de toda una Nación. Pareciera incorrecto, incluso no ético, pero tomando la metáfora de Scherer es lo que un buen periodista haría. Siempre tenemos la versión de Dios en la Biblia, pero nunca la del Diablo. En una guerra como la que vive este país, es de interés público conocer todas las caras posibles. Admitámoslo, si somos de aquellos a los que nos gusta interrogar al mundo, no nos escapamos de la curiosidad y de preguntarnos: ¿qué es lo que piensa un capo? ¿qué pasa por su cabeza? ¿por qué hace lo que hace?
En fin, siento que la mayoría que quisiéramos conocer lo que tiene que decir el diablo; porque pensamos que de esta manera llegaremos a entender la vida de un territorio que nunca se ha cansado, o más bien al que no le ha sido posible escapar de la sangre y la violencia. Para mí el relato de Scherer es un intento por alimentar a la población ávida por conocer formas de sobrellevar la existencia en esta telaraña en la que nos encontramos hoy en día. No obstante, en mi opinión no lo logra; es fiel a su crónica, a su experiencia y eso es fundamental; siento que ni si quiera lo puedo criticar. ¿Cómo hacerlo? El miedo debió estar presente, después de todo se trata de un intento de entrevista con un asesino que declara ser un simple agricultor; pero que en cualquier instante puede aniquilarte, y entonces ¿en dónde queda lo poquito que puedes compartir con el resto de la sociedad?
Empero, como lector, no encuentro sustancia. Sólo veo al capo mostrando su poder: citando a uno de los periodistas con trayectoria más notables de la República, comentando lo que él quiere dar a escuchar (interrumpiendo cualquier intento del entrevistador por sacar información valiosa) y diciéndole a todos que el poder lo tienen ellos y no hay nada por hacer. Si un capo muere, otro está ahí para reemplazarlo y nosotros la población civil, al parecer tendremos que acostumbrarnos a ello. Mientras tanto, nos demanda a verlo con compasión, como un ser humano que por miedo a ser atrapado, no puede compartir la alegría familiar. Pero me pregunto yo ¿qué tan humano lo puedo ver? cuando sus acciones y las de sus similares, han llevado a mi país a una inseguridad en donde no se escapa del temor; y en donde cualquier civil es blanco de una “guerra” sin precedentes.

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