jueves, 5 de noviembre de 2009

Aumenta el índice de baches en la “Ciudad de la Eterna Brincadera”

El abandono en la capital del estado de Morelos es cada día más notorio. Con la época de lluvias los hoyos se acrecientan y ante la falta de mantenimiento, los ciudadanos se las ingenian para encontrar las formas de evadirlos, taparlos o prevenirlos. Inclusive, el diario local -en el presente mes- ha iniciado una página electrónica para que sus lectores comenten acerca de los riesgos viales que existen en las zonas de tránsito frecuente. En las cuales, las llantas y cajas se han vuelto indicadores comunes de baches o registros peligrosos.

Mientras tanto las administraciones parecen dormidas y el mantenimiento de las vías públicas se ha dejado en el olvido. Lo que a su vez ocasiona que las calles padezcan de una fiebre constante de hoyos -de irregulares tamaños, formas y profundidades-. Ésto, no es ni más ni menos que el resultado del anárquico crecimiento que ha devenido en la ciudad de Cuernavaca desde las últimas décadas; y a su vez, la consecuencia por la falta de interés del gobierno local por mantener una buena imagen urbana.

La capital morelense no es una ciudad planeada. Fue creciendo de manera exorbitante y sin ningún tipo de regulación en cuanto a su infraestructura urbana. El diseño de los pavimentos citadinos es totalmente obsoleto. La superficie de rodamiento –como también se le llama- se construye de acuerdo al peso aproximado que tiene que soportar. No obstante, con una taza de crecimiento anual del 2.7%, el tránsito de la ciudad se ha visto afectado; hoy día, en las avenidas principales de la ciudad, Paseo Cuauhnáhuac y Plan de Ayala, tienen un aforo de aproximadamente unos 25,000 autos diarios (cifras de CAPUFE y SCT). A su vez, el libramiento tiene un flujo de más de 35,000 autos diarios. Más aún la carga de tantos automóviles, como camiones, es mucho más pesada, por lo que el suelo no es lo suficientemente apto para resistirlos.

A la par el material mismo de las superficies requiere de mantenimiento constante que muchas veces es inexistente. Algunas de las calles en la ciudad están hechas de carpeta asfáltica, ya que la inversión inicial de éstas es mucho más barata, que las de concreto hidráulico. Empero, el asfalto tiene una vida mucho más corta; a largos rasgos viven unos 10 años, “con mantenimiento anual”, antes de tener que reencarpetar. Cosa que en Cuernavaca a veces ni se hace, y por ello se tienen calles obsoletas que llevan más de 20 años sin reencarpetarse.

A la falta de mantenimiento y planeación de desarrollo, se le añaden otros factores que acrecientan la erosión de la superficie. Las lluvias se filtran por las grietas del suelo, las tuberías viejas se truenan y dañan las bases, las raíces de los árboles arrancan las superficies y el drenaje licua los finos o soportes, que hacen que tanto asfalto, como concreto se desmoronen.

La solución del gobierno hasta ahora ha sido un programa de “bacheo temporal”. En el cual nada más se dedican a medio tapar los hoyos que surgen, pero no a tratar el problema desde la raíz. La solución necesaria para dejar el apodo de Cuernabaches es el de llevar a cabo un estudio de las vías de comunicación pública de la ciudad; para que de esta forma se rediseñe la pavimentación de las mismas y así prevenir que los próximos aguaceros creen nuevas trampas que ponchen las llantas.

1 comentario:

  1. Muy bien, Tania, un artículo elegante, escrito con pulcritud y altura. Me gustó.

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